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El contexto del discurso lírico actual de la mujer en Chile: algunas poetas de la Región del Biobío

Si tuviéramos que caracterizar, describir y situar la poesía escrita por mujeres en el panorama de la poesía chilena actual (y es lo que pretendemos hacer, someramente, en estas breves aproximaciones), no dudaríamos en señalar y considerar que esta escritura asume lo que el común de la gente entiende por poesía: la tradición lírica romántica. Sin embargo, el principal aporte y la novedad, es que sea como contratexto, es decir, para refutarla, cuestionarla, deconstruirla a la luz de las tendencias emancipadoras de la mujer. Poner en diálogo los poemas de las poetas chilenas de las últimas promociones, nos permitirá descubrir algunas voces representativas, particularmente de nuestra zona.

     Hacer de la misma tradición un verdadero modo de instalarse en los bordes, en la necesaria y vital marginalidad, tan fundamental en todo artista para poder así transformarse en lo que Octavio Paz llamó la otra voz. En este caso, entonces, la marginalidad se crea por la actualización de un adecuado y estructurado código discursivo que se revitaliza al entrar en contacto, al dialogar, tanto con los otros códigos poéticos (en una suerte de intertextualidad), como con la propia obra (en una especie de intratextualidad).

     Ya la poeta Carmen Berenguer, en un breve, sugerente y significativo poema, cuestionaba la situación de la mujer en una sociedad patriarcal y religiosa en el sentido de los credos:

7.

Cópulas Cúpulas
Cúpulas Cópulas
Y yo siempre debajo.

     El discurso romántico de nuestra tradición lírica femenina, parecía ser el territorio natural destinado a la mujer que optara por la poesía, sobre todo porque es el más adecuado para traducir las experiencias personales, aspecto que privilegia el discurso crítico que, en nuestra cultura, es esencialmente masculino. A la mujer se le atribuye y asigna un modo particular de ser dentro del sistema patriarcal: la exclusividad de lo emotivo, de lo sensible, de lo delicado, una dependencia del hombre (que es el que mantiene el hogar), una pasividad sexual, una dedicación total al esposo y a los hijos y a los quehaceres de la casa.

     Como señala el crítico Juan Villegas: “Las mujeres que escriben poesía en Chile han tendido a encontrarse con un mundo cerrado, tanto en lo ideológico como en lo literario.” [1] Las poetas no aparecen en las historias de la literatura o figuran apenas en apéndices; no se las considera porque, como señalan varias poetas [2], existe fundamentalmente un problema de machismo, la producción poética no es calificada por las propias mujeres, hay desconocimiento de sus obras, se las conoce en muy pequeña escala.

     Aunque es evidente que la condición de la mujer en el mundo contemporáneo ha cambiado considerablemente, todavía quedan muchísimos resabios, traumas sicológicos, de una cultura conservadora y añeja que se niega a ver y a aceptar la vida de un modo más humano, desprejuiciado y solidario; no tan sólo en lo que atañe a la mujer, sino también en lo que concierne a la base misma de los Derechos Humanos, como es la discriminación en todas sus posibles variantes, manifestada a través de actitudes que implican al lenguaje, los gestos y el silencio. A saber: lo racial, lo sexual, lo social, lo político, lo religioso.

     Los críticos que han estudiado el discurso lírico de la mujer en Chile, especialmente Juan Villegas y Marcelo Coddou, coinciden en señalar lo interesante, novedoso y significativo que resulta la producción poética de las mujeres a partir de 1973, tanto en la concepción de la naturaleza de la poesía y su función, como en la imagen del yo lírico, los niveles de realidad poetizados y el lenguaje poético.

     Marcelo Coddou escribe lo siguiente: “El fenómeno de mayor importancia en la literatura chilena actual -vale decir: en la literatura surgida a partir del quiebre histórico del golpe del 73-, lo constituye la aparición de una lírica femenina de inusitado valor, con una voz colectiva sin precedentes y un sentido de solidaridad entre las escritoras que no tiene parangón. No sólo son muchas las poetas que se inician desde esa experiencia, sino que ofrecen, dentro de cierta unidad (en visión, propósitos y logros), rasgos de singularidad y calidad notables.” [3]

     ¿Cómo se inserta la poesía de las mujeres que escriben en Concepción y en nuestra zona en el panorama de la lírica contemporánea? En primer lugar, me gustaría destacar que ya existe un corpus crítico de mujeres ensayistas que escriben y dan cuentan de lo que escriben sus pares, lo cual ha aportado una mirada distinta y novedosa basada en nuevas corrientes críticas feministas. Del mismo modo, se han publicado algunas antologías de poesía escrita por mujeres realizadas también por mujeres. Algunas de esas ensayistas: Diamela Eltit, Eugenia Brito, Carmen Berenguer, Nelly Richard, Teresa Calderón, Ángela Neira-Muñoz, etc. 

     La poesía de las mujeres que escriben después de 1973, recoge, por una parte, algunas de las características de las poetas que antes de esta fecha ya tienen una obra considerable, han publicado y son reconocidas. A saber: modo de existencia de la mujer como dependiente del hombre, realizable en el otro; en general, no hay una presencia de la nueva situación histórica en los textos; utilización de códigos poéticos tributarios de las poetas de los años 30 y 40 (Juana de Ibarbourou, por ejemplo); lenguaje transparente, no deformador del significado. Sin embargo, todas estas características permitirán la emancipación tanto social como escritural. Así, por ejemplo, todo será cuestionado y se incorporará una dimensión que no es un motivo recurrente en la escritura antes de 1973, pero sí en las nacidas alrededor de 1950 y que comienzan a escribir después de 1975: el lenguaje del cuerpo y todo el campo semántico y la realidad que ello involucra.

     Por otra parte, en la escritura tradicional, en general, está ausente el tema de la mujer madre que, según Villegas, no es el tema más recurrente en los grupos de poetas que él estudió; así como, por el contrario, la dimensión erótica está muy presente en la obra de algunas de estas autoras y en la escritura de las poetas de antes de 1973, no es un motivo recurrente. Según apunta Villegas en su libro de 1985: “…la tradición literaria femenina ha tendido a marginar de la experiencia literaria y del lenguaje literario tanto cierta clase de experiencias como zonas de cuerpo que, dentro de la moralidad hegemónica, no resulta de buen gusto mencionar.” [4] Las poetas que aparecen en el libro de Villegas son: Marjorie Agosin, Francisca Agurto, Alejandra Basoalto, Carmen Berenguer, Teresa Calderón, Bárbara Délano, Myriam Díaz-Diocaretz, Elvira Hernández, Carolina Lorca, Paz Molina, Rosabetty Muñoz, Heddy Navarro, Verónica Poblete, Carmen Reyes, Natasha Valdés, Virginia Vega, Cecilia Vicuña, Leonora Vicuña y Alejandra Villarroel.

     Sin embargo, como muy bien señala la poeta Teresa Calderón: “la temática de esta poesía ha ampliado solventemente su registro, haciéndose cargo de la totalidad de ‘ser mujer’ en las esferas políticas, sociales y subjetivas. […] Hoy es necesario señalar que existe un tipo de voz específica que tiene la virtud de ahondar en los sentidos sociales de la mujer y su vinculación intrínseca con estructuras de dominación que se imponen en la sociedad chilena y sus instituciones, sobre todo, desde la dictadura y la implantación del sistema neoliberal. Por otra parte, es necesario dejar de referirse a poesía femenina y comenzar a hablar de poesía escrita por mujeres en Chile, porque si algo han logrado las poetas chilenas es explorar nuevas tendencias técnicas del ritmo, en la métrica o en la forma y en la introducción de temáticas que emanan directamente de la experiencia y de procedimientos renovadores estrictamente escriturales que, en muchos casos, superan con creces la producción masculina del mismo período en cuanto a multiplicación de sentidos posibles por el lenguaje. […] El mérito de las poetas chilenas que escriben desde los años ochenta se encuentra en el mosaico de voces de yuxtapuestas, en la impersonalidad, en superponer las vivencias personales a las experiencias colectivas, en la predisposición hacia la autonomía y la libertad creativa que no admite constricciones programáticas. Escrituras que rasguñan ‘la fortaleza masculina’ que sobrevive de diversos modos en el escenario poético chileno, infinitivamente inexpugnable para las mujeres, sobre todo en el ámbito de los reconocimientos públicos, amargamente pospuestos hasta el letargo. Pienso que la poesía escrita por mujeres es –desde los ochenta- la producción de mayor interés literario en Chile. La rebeldía como rasgo natural contra los discursos canónicos no sigue pautas fijas, ni se expresa de modo panfletario, sino que ha decantado en innovación lingüística y en la búsqueda de itinerarios que logran escenificar con eficacia la manera de percibir la realidad, determinada por circunstancias históricas donde la inquietud y la falta de certezas respecto a lo que implica ser mujer en Chile parece ser la regla común. Lo anterior tiene un correlato estético que se expresa en rupturas sintácticas de los versos, en una forma poco sistemática de dividir y de generar un encabalgamiento interminable, como si con ello se expresara la duda ante la amenaza de un afuera, el afuera de un país escrito por otros y para otros.” [5]

     La poesía escrita por mujeres en nuestra zona destaca sobremanera tanto por su calidad, así como por su variedad temática. En la década de los 80, poetas de un mayor rango etario como Dolores Pincheira Oyarzún (1914-1994), Antonieta Lagos Lira, Alicia Navarro Chaura, Norma Sierpe, Margarita Kurt, Hilda Pino Brito, Kelly Salinas, Sonia Anziani, Nivia Bustos, María Zúñiga Villagrán, entregaron una poesía más tradicional, pero que en algunas poetas ya mostraban interesantes signos de cambios. Como Margarita Kurt con su poemario Será llamada varona (Ediciones Etcétera, 1990); Kelly Salinas con su libro Ecos urbanos (Ediciones Etcétera, 1990), Norma Sierpe con Escritos circunstanciales o Plañe el androide o la queja de Prometeo, Alicia Navarro Contraolvido (Ediciones Etcétera, 2005, libro póstumo antológico).


Algunas poetas, algunos poemas: 

Nombrar es siempre dejar de nombrar. Sin embargo, nos aventuramos en una lista significativa, pero necesariamente inconclusa: Bárbara Calderón, Ximena Pozo, Rosy Elena Sáez Núñez, Alejandra Ziebrecht, María Teresa Torres, Damsi Figueroa, Daniela Guerrero, Taty Torres, Alicia Hernández, Miriam Leiva, Aurora Albear, Anita Tordesilla, Betty Viviana Fernández, Isaura Neira, Nilza Carrasco, Paz Urzúa, Violeta Cáceres, Verónica Sandoval, Ingrid Odgers, Amparito Díaz Ballesta, Karina Capitana, Noelia Figueroa, Camila Varas, Amanda Durán, Nelly González, Cecilia Rubio.  


Ángela Neira-Muñoz

LA ORTOPEDIA DE LA LENGUA

Y cuando quise hablar
La lengua ya no estaba
Y cuando quise hablar
La lengua fue otra
Y cuando quise hablar
En la punta de la lengua
Una mueca
Afiebrada
Oblicua
Queriendo decir
Una lengua ajena
Obtusa
Ortopédica
Pero de todas.

 

María Teresa Torres

PÓKER

Vos siempre perdiéndome
Entre tus amigos ebrios de pisco ron vino filtrado

Vos siempre abriéndome lenta y dolorosamente
haciendo sangrar mi corazón sobre la mesa

Vos siempre entregándome en bandeja

Para gozo de tus lascivos contrincantes

Vos siempre vendiéndome al mejor postor
al que deja caer la moneda contante y sonante

Vos siempre perdedor
dejándome que salte de tu manga
y exhiba mi piel de cartón marcado
de tanto ir y venir
entre los dedos de mis enemigos.

 

Damsi Figueroa

AUTORRECONOCIMIENTO

Yo no soy la que se pierde
tan pronto como se la encuentra
El amor en mí no se toca
se escribe

Yo no soy piadosa con los hombres de poca fe
no intercambio los calzones con nadie
en cambio asumo la desvergüenza
de una desnudez colectiva
en una casa de playa
o en una playa a secas

Yo no escribo para nadie
aunque intente escapar
y evite sacarte al baile

Tus malabares y piruetas
siempre exigen un aplauso cerrado
es decir, una palabra

Yo no me complico la vida
omitiendo adverbios y conjunciones

Patino por la hoja
y tapo los surcos amargos
con la sangre de mis amigos

Yo no hago el amor
lo desarmo
por el puro gusto de volverlo a armar
una y otra vez
hasta tener sexo
para olvidarme del amor
y de todos ustedes.


Bárbara Calderón

AGUA FRESCA

Si notas que hondamente
en ti cae una gota
que silenciosamente
horada tus murallas
y subrepticiamente
se infiltra por tu sangre…

Irremediablemente
sabrás que me hice agua
y navego en tu cuerpo
desvergonzadamente.

 

Texto elaborado por el poeta Tulio Mendoza Belio, en colaboración con el Archivo Histórico de Concepción, en mayo de 2022.

 


Fuentes consultadas:

[1] VILLEGAS MORALES, Juan. El discurso lírico de la mujer en Chile en el período 1973-1990, Mosquito Editores, Santiago de Chile, 1993, 209 pp. Pág. 13.

[2] Idem nota 1, págs. 190-191. Ximena Adriazola, Violeta Camerati, Ester Matte, Dolores Pincheira, Isabel Velasco, Alejandra Basualto, Teresa Calderón.

[3] CODDOU, Marcelo. Veinte estudios sobre la literatura chilena del siglo veinte, Monografías del Maitén, Instituto Profesional del Pacífico, Santiago de Chile, 1989, 216 pp. Pág. 201.

[4] Idem nota 1, pág. 117.

[5] https://buenosairespoetry.com/2020/08/30/seis-poetas-chilenas-teresa-calderon/

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