En la bahía de Concepción era frecuente encontrarse con avistamientos de ballenas. Así queda demostrado en los relatos desde la época colonial de diversos viajeros como Otto von Kotzebue, La Pérouse, o de religiosos como Miguel de Olivares o Felipe Gómez de Vidaurre. A pesar de esto, la industria ballenera nacional tuvo un desarrollo tardío, aun cuando la abundancia de cetáceos en los mares de Chile representaba una ventaja.

   Durante la Colonia, sólo se aprovechaban los ejemplares que varaban naturalmente en las costas, y recién a fines de aquel periodo e inicios de la República, avanzaron algunos proyectos emulando la intensa actividad de los cazadores ingleses, franceses y norteamericanos. A pesar de esto, Mateo Martinic señala que, hasta 1880, los cazadores de bandera extraña fueron prácticamente los únicos que se ocuparon de las ballenas en el mar de Chile («Antecedentes históricos sobre la caza de cetáceos en Chile», Boletín Antártico Chileno, Vol. 23, N° 1, mayo 2004, p. 7.). Y aunque hubo iniciativas previas, en general, no obtuvieron resultados prácticos.

   El Gobernador Ambrosio O’Higgins, luego de una visita a los partidos de Copiapó y Huasco, los insta a promover la pesca y la caza de ballenas. Habiendo leído los viajes del Capitán Cook y compartido con la expedición de La Pérouse en Concepción, estaba consciente del potencial económico y la importancia estratégica del mar.

   Se realizaron varios proyectos para fomentar esta industria, los cuales parecen no haber prosperado. Recién en 1890, aparece la Compañia Chilena de Balleneros en los registros del Lloyd’s de Londres y es mencionada por última vez en la edición de 1920-1.

   En el sur de Chile, en Talcahuano, Valdivia, Chiloé y Punta Arenas, se organizaron diversas empresas, que llegaron a extender sus operaciones desde el Ecuador hasta la Antártica chilena.

   Los primeros antecedentes de la industria ballenera en la región del Bío-Bío, según Luis Salvo, datan del año 1840. Ese año José Olivares, hijo de españoles nacido en Constitución, cazaba cachalotes y ballenas jorobadas con arpón en mano. Su actividad derivó en una empresa con tradición familiar, puesto que luego continuaron sus hijos hasta el año 1944. Su varadero de ballenas se encontraba en caleta Tumbes. Y el aceite que obtenían en las capturas lo vendían a la familia Maritano de Talcahuano.

   Durante el siglo XIX, varios empresarios regionales intentaron la caza de ballenas, en las bahías de Concepción y Arauco y aún más allá, en toda la costa del Pacífico Sur. A fines de los sesenta, Pedro del Río Zañartu, agricultor y filántropo penquista, formó una sociedad en Talcahuano, la que fue dotada de nueve excelentes barcos.

   Si bien la empresa no prosperó, varios de los socios de Pedro del Río perseveraron en la actividad ballenera, con mejor suerte. La sociedad Mathieu y Brañas estableció una tonelería para guardar aceite y esperma. Fue la firma ballenera más destacada de Talcahuano entre los años 1860 y 1921. Paralelo a estos, la firma de David Fuentes buscaba ser la competencia en el negocio ballenero.

   Se contaban 14 veleros balleneros de Talcahuano, cifra significativa si se tiene en cuenta que, de acuerdo a la Memoria de Marina del año 1869, de los 40 buques mercantes de la flota nacional, 16 se ocupaban en «la pesca de la ballena».

   Hacia 1872, la industria ballenera de Talcahuano empleaba a 50 personas, tenía ocho embarcaciones menores y producía 5.900 galones de aceite al año.

   Al comenzar el siglo XX, ambas empresas ceden ante la casa de Toro y Martínez, sociedad de armadores que por más de veinte años mantiene sus veleros tras las rutas de ballenas y cachalotes. Y en el año 1921, la firma liquidó sus actividades y la vendió a José Maritano, también de Talcahuano. La firma Maritano Hnos., dejó pronto de explotar el negocio.

   En la década de los setenta, se hacía evidente la disminución de la población mundial de cetáceos. Chile se reintegra a la Comisión Ballenera Internacional en 1979 y acepta la Moratoria, es decir, la prohibición de cazar ballenas. La legislación se hizo cada vez más estricta hasta que, en el año 1983, la Subsecretaría de Pesca decretó la veda de la ballena por 15 años. Ya la industria nacional estaba en decadencia y sólo operaba Macaya Hermanos, que debió cerrar su planta faenadora, ubicada en Chome.



FUENTES CONSULTADAS

Armando Cartes Montory, Los Cazadores de Mocha Dick. Balleneros chilenos y norteamericanos al sur del océano de Chile, Santiago, Pehuén Editores, 2009.
Juan Hernández Aguayo, Donde viven las ballenas. Actividades balleneras en la Isla Santa María y Chome del pionero Juan Macaya Aravena, Concepción, Editora Aníbal Pinto, 1998.