La situación geográfica y la vocación económica son factores que condicionan la identidad de una comunidad y su desarrollo social y urbano. Este es el caso de la comuna de Tomé. Su cercanía al mar y su relativo aislamiento propiciaron una fuerte identidad, que ha sobrevivido a los avatares del tiempo.
La Fábrica de Bellavista de Tomé es un testimonio extraordinario de crisis y superación, que ha marcado a su entorno de manera indeleble. Aunque se trata de un caso singular, las enseñanzas que pueden obtenerse en términos de una economía de enclave, reconversión productiva y la relación simbiótica entre una gran fábrica y la comunidad local, tienen un alcance universal.
Fue la producción triguera y vinícola, en efecto, las que primero estimularon el crecimiento de la ciudad. Por su carácter de puerto, en Tomé convergían las carretas -y luego ferrocarriles- que traían del interior el producto de los campos. En la ciudad se acopiaba y se procesaba, para luego ser enviado a los puertos del norte y del extranjero. Esto propició una temprana capitalización e industrialización de la zona, que dio origen a la gran industria molinera, que caracterizó a la comarca, durante el segundo tercio del siglo XIX.
Con la decadencia del trigo y tal vez a causa de ella, se buscó y alcanzó un primer desarrollo industrial, representado por fábricas de tejas, jabón, licores y bebidas, entre otras. Los textiles fueron una expresión más, aunque sin duda la más notable, de esa intensa actividad fabril, que sorprendía a los visitantes desde inicios del siglo XX.
El «mito fundacional» de los textiles tomecinos habla del cambio de un cargamento de trigo por 24 telares, que habría efectuado el empresario molinero Guillermo Délano en Estados Unidos. Fue en 1865, dando origen a una fábrica que, con periodos de dificultades, no dejó de crecer hasta los años 60 del siglo pasado.
La fábrica ha pasado por diversas manos. A Guillermo G. Délano le sucede Augusto Kaiser en la propiedad de la empresa, a partir de 1879. Y luego de varios cambios de propiedad, es adquirida en 1897 por Federico Wolf y Cía. Con éste ingresan a la propiedad de la empresa algunos hombres que fueron claves en su desarrollo posterior, especialmente Carlos Werner Ritcher, quien se transformará en su único dueño a partir de 1914. En 1923, Werner decide transformar la empresa en una sociedad anónima. Y así surge la Sociedad Fábrica Nacional de Paños Bellavista-Tomé.
El ejemplo de la Fábrica de Bellavista, los capitales que generó y sus propios técnicos, independizados de la empresa, dieron origen a otros emprendimientos en Concepción y en el mismo Tomé, como la FIAP o Paños Oveja. En conjunto, en 1943 daban cuenta de un 76,7% del consumo nacional de tejidos de lana. Por la misma época, en una ciudad de 20 mil habitantes, el 46% de los trabajadores eran obreros textiles, a los que deben sumarse familiares y beneficiados indirectos. Matrimonios y familias completas, incluyendo desgraciadamente a niños, se desempeñaban en la empresa; varias generaciones de tomecinos envejecieron junto a los telares, mezclando sus vidas con los ritmos de la fábrica.
Durante los dos primeros tercios del siglo XX, las empresas textiles no dejaron de crecer. Cientos de campesinos llegaron de los campos en busca de un destino. No fue fácil adaptarse a la rutina de los turnos ni al trabajo sometido al ritmo de las máquinas. La ciudad tampoco estaba preparada para recibirlos. Comienzan a aparecer los conventillos y con ellos las enfermedades. Por décadas, los mismo obreros y líderes empresariales trabajaron para superar esta condición desmedrada. Poblaciones obreras, sindicatos, escuelas, clubes sociales y deportivos son el testimonio que resta de esa época. Por ese entonces, el Estado había asumido retóricamente la responsabilidad por los riegos sociales, pero no tenía la capacidad física ni financiera para abordarlos. Por otra parte, en el tránsito a una sociedad industrializada, imperaba todavía la lógica paternalista de la vida rural y, tanto obreros como patrones, sentían que debían avanzar en conjunto en la solución de sus aspiraciones y necesidades. A partir de los años ’50 del siglo pasado, la industria textil en Chile, en su conjunto, comienza a decaer. La incapacidad de exportar, en razón de los bajos niveles de productividad y la poca innovación, se suma a la saturación del mercado nacional, que crece muy lentamente. El carácter monopólico de las industrias, que explicaba en parte su bajo rendimiento, justificaba, según las políticas del gobierno de Salvador Allende, la necesidad de expropiarlas. Y así ocurrió con Bellavista el 2 de diciembre de 1970 y en marzo del año siguiente con la FIAP.
Después del ’73, la fábrica fue intervenida y, junto con esto, se comenzó a desmantelar la estructura de protección a las empresas mediante altos aranceles y subsidios, buscando una mayor apertura económica y un mercado más competitivo. Esa política, por desgracia, no produjo beneficios para las comunidades que se habían construido a la sombra benefactora de las grandes fábricas.
En 1982, la Fábrica Oveja de Tomé, afectada por la fuerte recesión económica de los años 80, se fusionó con la Fábrica de Paños Bellavista, surgiendo así la empresa Bellavista Oveja Tomé. La fábrica continuó funcionando hasta que en noviembre de 2007 presenta la solicitud de quiebra. Y tras varias vicisitudes, en 2008 cierra sus puertas. Luego de varios remates que no tuvieron postores, en junio de 2010 el empresario Juan Carlos Sabat adquirió la fábrica, iniciándose asá un nuevo ciclo de desarrollo. Actualmente se encuentra prácticamente paralizada.
En 2017, las edificaciones de la Fábrica fueron declaradas Monumento Nacional. Ángel Cabeza, vicepresidente del Consejo de Monumentos Nacionales y director de la Dibam en la época, sostuvo: «Es uno de los máximos exponentes de la arquitectura industrial de nuestro país, configurándose como una ciudadela funcional, con edificios asociados a la producción lo que define un importante valor de conjunto; construido además, con las tecnologías y orientaciones urbanas y arquitectónicas de comienzos del siglo XX.»
FUENTES CONSULTADAS
Cartes M., Armando, Rodrigo Luppi S.M. y Luis López T., Bellavista Oveja Tomé. Una fábrica en el tiempo, Trama Impresores S.A., Concepción, 2012.
Morales Barrientos, Diego, El paternalismo industrial en la Fábrica de Paños Bellavista Tomé, 1910-1935, Tesis para optar al grado de Magister en Historia de América, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, 2013.
Saavedra Villegas, Rolando, Visión histórica y geográfica de Tomé, Perpelén, Concepción, 2006.
Armando Cartes Montory, Rodrigo Luppi S.M., Luis López T.
2012